Un día me levanté de la cama y no podía moverme. Conseguí sentarme en el filo de la cama y llegar al hospital con ayuda. El recuerdo que tengo de ese día es un movimiento lento y pesado, como si lo hubiera soñado o grabado en mi mente a cámara lenta. Vivía yo entonces como una persona normal de mi edad, urbana y educada, es decir, con prisa, vivía con prisa. Iba al gimnasio, a trabajar, a estar con la familia o los amigos con la cabeza en otro lado, siempre pensando en la próxima tarea. Lo peor es que…
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